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Cuando no es lo que te prometen — El Internado: Laguna Negra

¡Hola! ¡Aquí Angy! La verdad es que esta vez no voy a explicar por qué el blog estaba inactivo. Ya os podéis imaginar por lo que lo estaba. Y ya está, no tiene más vuelta de hoja. Tampoco traigo ninguna reseña ni recomendación. Esta vez me apetece destrozar un poco una serie que formó parte de la infancia y de la adolescencia de muchas personas. No es mi estilo, pero me apetece. Y sí, va a tener spoilers, lo que tampoco es mi estilo. Tampoco os lo toméis muy en serio, es mi opinión personal y eso no invalida que es una serie que gustó y que aún gusta a muchísimas personas. No obstante, debed este artículo, texto, lo que sea, a aquellos que la comparan con el reboot exigiéndole a este una perfección que obviamente no tuvo su antecesora, pasando por alto todos los huecos de guion y los out of characters que tuvo, entre otras muchísimas cosas. Estoy hablando de El Internado: Laguna Negra, como ya habréis adivinado al leer el título.


Poster apaisado de la serie donde salen siete personajes (seis alumnos con el uniforme de camisa blanca, jersey azul y falda de cuadros verdes o pantalones grises y un profesor vestido con traje negro). De izquierda a derecha: Iván (interpretado por Yon González), Vicky (interpretada por Elena Furiase), Roque (interpretado por Daniel Retuerta), el profesor Héctor de la Vega (interpretado por Luis Merlo), Carol (interpretada por Ana de Armas), Julia (interpretada por Blanca Suárez) y Marcos (interpretado por Martiño Rivas).

¡ATENCIÓN: SPOILERS!

La idea de realizar este texto ya me rondaba por la cabeza cuando salió El Internado: Las Cumbres. Como supondréis, nunca tuve interés alguna en ver la serie original, por lo que el reboot tampoco me llamaba demasiado la atención en principio. Y recalquemos esto último, ya que Amazon Prime Video hizo una campaña de publicidad maravillosa y finalmente me entraron ganas de verla sin demasiadas expectativas. Tal vez por eso me gustó tanto, además de que ese ambiente distópico, sombrío y aterrador es algo que me gusta muchísimo. En Las Cumbres no hay momentos de descanso: siempre hay un nuevo misterio que lleva a una pista, y esta nueva pista a una nueva incógnita. Eso me hizo plantearme si no me gustaría la serie original. Sin embargo, el problema se presentó cuando me encontré cientos de reseñas que, lejos de valorar Las Cumbres, se dedicaban a compararla con la original, para, finalmente, endiosar a esta última. Debo decir que sí vi la serie original después de esto con cierta curiosidad, pero también con reticencia. De verdad, esperaba que me gustara. Esperé temporada tras temporada que se pusiera mejor, que hubiera algo que me llenase, pero el problema no es solo que no lo hiciera, el problema es que a nivel narrativo no había por dónde cogerla. Y me enfadé. Por muchísimas cosas, pero ya hablaremos de eso.

El caso es que yo empecé a planear escribir algo como esto. Me pregunté qué debía hacer, porque la nostalgia en la gente es muy fuerte, y a mí también me jode cuando se meten con algo que adoro solo por el gusto de hacerlo, más aun si existe el factor nostalgia, que, seamos sinceros: todos nos dejamos llevar por él. Así que lo fui dejando y dejando hasta que el otro día, en EDEO (un evento literario bastante cercano que lleva a cabo la autora Sandra López Muñoz en Olivares, un municipio sevillano), Concha Perea y Jordi Noguera, autores y profesores de Caja de Letras, nos explicaban en una de las charlas qué era el sense of wonder. Reconozco que desconocía este término, sin embargo, al instante se me vino a la cabeza esta serie por el peor uso de este recurso, y concretamente la escena en la que entran por primera vez en la sala nazi. No me juzguéis, por favor, pero lejos de sorprenderme, el momento en el que cayó la bandera con la esvástica, me entró la risa. No es que no creyera que no tenía sentido que fueran nazis (dado el resto del contexto de la serie, era lo único que lo tenía), pero sí que me pareció una escena muy ridícula. Creo que en mí habría funcionado mucho mejor ver la esvástica en el fondo de la sala, con algunos momentos de tensión previos con ángulos donde la cámara no nos deja verla y los diálogos de los personajes nos sugieren que hay algo al fondo de sala que todavía no hemos visto para finalmente soltar la bomba. En este caso, el recurso estaría mejor utilizado y se habría creado una tensión en torno a qué esconde esa sala además de una mesa con unas sillas con siglas grabadas. O bueno, esta es mi opinión como autora, que también me puedo equivocar, pero creo esa habría sido una buena forma de usar el sense of wonder en ese momento, tal y como intentaron.

Mi problema de El Internado: Laguna Negra, sin embargo, no se debe únicamente a esta escena, sino que empieza por cómo te la presentan: como una serie de misterio. Pero esto no es del todo cierto, y especialmente en las primeras temporadas. Decían que uno de los puntos fuertes era que los personajes importan, y es que realmente no importa otra cosa, porque el misterio es muy secundario y el romance y el saleo muy abundantes. Y cuando digo muy abundantes, me refiero a muy abundantes, por lo que se podría que en realidad es que El Internado: Laguna Negra va sobre la vida de unos chavales que descubren que estudian en un internado con un pasado nazi (realmente todos los misterios van sobre el pasado nazi de la escuela y de la relación que tiene la madre de Marcos y algunos profesores y trabajadores de la escuela con él). El tema sobrenatural está un poco fuera de lugar, pero como siempre le pasa a Julia, que se supone que tiene el don de ver a los muertos, lo podemos pasar por alto.

Uno de los que decían ser los puntos débiles de la serie me dejan un poco confusa, porque no sé si refieren precisamente a las tramas romanticonas de las que ya he hablado (que no tienen por qué ser malas, pero no es lo que esperaba de una serie que decían que era de misterio), o de las tramas de Paula, Evelyn, Javier Holgado y, más tarde, Lucas. Me refiero a lo que llaman «tramas infantiles», y si se referían a lo último que he comentado, para mí eran las más divertidas hasta la quinta o sexta temporada, donde por algún motivo empezaron a mezclarlas con temas sexuales. Supongo que a los guionistas les pareció muy gracioso poner a niñas literales a hablar de sexo o de practicarlo, pero era algo realmente bochornoso y repulsivo.

Pero volvamos a cosas como el sense of wonder mal usado. No era lo único mal escrito. El guion estaba lleno agujeros y los personajes no evolucionaban (siete temporadas oscilando en la hora y cuarto y la hora y media da para mucho, de verdad) e incluso hacían cosas que no eran propias de ellos. No, el caso de Elsa no me vale, porque no es realmente una evolución de personaje que tras un aborto sea «buena». Evolución tampoco es que Iván deje de llamar «chacha» a María después de enterarse de que es su madre. Ya no es solo eso, personajes que se quitan de encima de un plumazo, o tramas que no llevan a ninguna parte, tramas abiertas de las que se habían olvidado y recuperan a última hora y mal (como lo de los ojos de Paula)... Ni siquiera el buen trabajo del elenco salva estas meteduras de pata a las que Daniel Écija nos tiene, y tenía, acostumbrados desde hace ya muchísimo tiempo.

Yo me he sentido bastante estafada, y puedo entender que a los fans de la serie original les haya pasado igual con El Internado: Las Cumbres, pero esta realmente no miente en su premisa: es una serie de misterio. Eso sí, si esperaban que fuera para toda la familia como la original, esta vez no es así. De hecho, el propio internado no es normal, sino uno que funciona como un reformatorio para chavales a los que no quieren en sus casas, y muchos de ellos son LGTB+ o discas. No obstante, al mismo tiempo que se presenta como un reboot, también lo hace como una serie que ofrece algo distinto.

Lejos de ir con ganas a disfrutar de una serie nueva, tengo la impresión de que muchos no tuvieron esa intención en ningún momento. He leído reseñas que aluden a que no se resuelven todos los misterios, como si eso fuera posible en una única temporada. De ser así, la temporada quedaría cerrada, pero eso no importa, porque aquí solo interesa endiosar la Laguna Negra y no ver que todos esos fallos de los que se quejan y que no cumple lo que le estás exigiendo a la otra.

Tal vez enfadarme por estas gilipolleces es infantil por mi parte, pero creo que comparar a una serie que acaba de salir, que te has visto en una tarde y que tiene una única temporada con otra de siete temporadas que viste en tu infancia, adolescencia o juventud semana tras semana, durante tres años es bastante ridículo. Es obvio que la que viste durante tres años siempre va a guardar un lugar especial en tu corazón y generalmente te va a gustar más que la otra que has visto como mucho en ocho días.

Igualmente, recordad que esta es únicamente mi opinión, que no es universal y que en mí esta serie simplemente no ha funcionado.

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